Pasar las navidades con cáncer es una situación muy compleja tanto para el paciente, como para la familia.
Un invitado inesperado
Llegan las navidades. Sillas vacías de personas que ya no están. Fechas en las que más parecen doler las pérdidas. La añoranza se vuelve más intensa, las ausencias están más presentes. La melancolía se vuelve ambivalente cuando reencontrarnos con los nuestros también nos produce felicidad. Son momentos de celebración en los que nos juntamos con los que más queremos. Con los más cercanos y los que, a veces, no lo son tanto.
Este año hay un invitado nuevo. Aparecido sin previo aviso. No es bienvenido, pero tampoco optativo. Nadie quiere sentarse a su lado, pero está junto a nosotros. Este año el cáncer es uno más en la mesa de navidad. La enfermedad nos acompaña durante estas fiestas y nos toca adaptarnos a vivirlas con ella, sin dejar que sea la protagonista ni hacer que pase desapercibida.
Puede que este año haya sido muy duro para ti y que sólo quieras que se acabe, si es así ya tendrías un motivo que celebrar: el año se acaba y tú sigues llenando esa silla, aunque te inquiete no saber durante cuánto tiempo. Nadie lo sabe. Aun así, en tu caso, es posible que aparezca ese miedo a que puedan ser tus últimas navidades. Quizás este sea un pensamiento irracional que se aleja de tu realidad o que, por contra y por desgracia, el pronóstico que te hayan dado no haya sido bueno. De cualquier modo, lo ideal sería tratar de pasar estas navidades con cáncer como nos gustaría que fuesen las últimas que vayamos a vivir. Como una oportunidad para disfrutar realmente del presente y sacarle el máximo partido a las cosas buenas que ocurren durante esta época del año.
Es probable que la teoría ya te la sepas y que, sin embargo, te pierdas a la hora de ponerlo en práctica. Que tu intención sea estar lo mejor posible, pero que no sepas cómo llegar hasta ahí. Tal vez te sirvan algunos consejos para poder hacerlo más sencillo.
¿Qué hacer o qué no hacer estas navidades con cáncer?
Para empezar y como en todo, lo más importante sería la comunicación: expresar tu sufrimiento puede hacer que este se disipe. Si las personas de tu entorno saben cómo te sientes será más fácil que estos actúen como te gustaría que lo hiciesen. Estar en un contexto en el que saben cómo te encuentras puede hacer que te sientas más cómoda, más arropada e incluso más libre. Ponerle palabras a las emociones que estás viviendo y hacerlas visibles supondría aceptarlas y afrontarlas. Y dejarnos apoyar por nuestros seres queridos nos puede ayudar a sobrellevarlas.
Por otro lado, cabría dejar de lado la culpa: tener compasión con una misma. Compararte con cómo eras en las navidades pasadas a cómo son las navidades con cáncer no va a hacer que la enfermedad desaparezca, pero sí que tu malestar aumente. Es probable que no te encuentres con tanta energía como te gustaría y que esto te limite a la hora de disfrutar de las fiestas tanto como habías hecho hasta ahora. Sin embargo, que estas navidades tengan que ser diferentes no significa que no las vayas a poder aprovechar. Permítete estar mal sin que la presión de tener algo que celebrar haga que no puedas estarlo. Permítete tener menos ganas de celebrar que el resto y ten en cuenta tu situación actual.
También podría ser valioso que no te obligues, pero tampoco te prives. Es posible que no te veas capaz de asistir a convenciones sociales a las que anteriormente has acudido por compromiso o por voluntad. Ahora más que nunca lo primero eres tú y todo aquello que hagas que sea porque así lo deseas. Si por contra lo que más te apetece es reunirte ya que te hace desconectar y despejarte tampoco has de verte limitada por el hecho de estar enferma. El cáncer te acompaña, pero no tiene por qué impedirte lo que tu cuerpo y tu mente te permiten.
Así mismo, y sobretodo en estas fechas, convendría delegar los quehaceres: poner límites. Las navidades conllevan mucha preparación e igual este año no te toca a ti encargarte de la organización de los encuentros, de comprar los regalos o de cocinar para tantos. Puedes ofrecerte en aquello que te veas capaz o te haga ilusión hacer, pero también rechazar aquellas tareas que consideres que te sobrepasan, en caso de que algún familiar haya pasado por alto que no te encuentras en tus mejores condiciones y su demanda no te viene del todo bien.
Algo que podría impedir de nuevo que decaigas podría ser el ponerte expectativas realistas para no decepcionarte. Si tratamos de hacer como si nada y nos exigimos actuar como cuando no teníamos cáncer el hecho de darnos cuenta de que no tenemos la fuerza ni los ánimos suficientes para divertirnos tanto como teníamos planeados nos puede llevar a hundirnos y hacer que retrocedamos en el proceso de aceptación.
Y aquello que sería fundamental siempre y cuando te sientas dispuesta, celebra tu vida. Más allá de la navidad y del cáncer, el simple hecho de estar viva ya es un motivo de celebración y probablemente ahora seas más consciente que nunca del valor que tiene lo más esencial: vivir la vida.
Psicóloga con máster de Psicología Clínica en Terapia de Conducta y máster de Actualización en Intervención Psicológica y Salud Mental