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El miedo al cáncer: ¿cómo afrontar el diagnóstico y la detección precoz de la enfermedad?

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El miedo al cáncer, ¿cómo afrontamos la sospecha de padecerlo?

Cuando aparece en nuestro cuerpo un nuevo síntoma, nuestra reacción va a depender de la importancia que le demos a éste y de las consecuencias que pensamos que puede tener, así como de la capacidad que percibimos que tendremos para hacerle frente y es cuando aparece el miedo al cáncer. En esta situación, la incertidumbre sería una emoción natural que surge ante algo que nos sucede y no sabemos qué es. En cambio, si en su lugar lo que sentimos es un miedo irracional a lo que nos pueda estar pasando, probablemente esto nos limite o nos impida abordarlo de manera adaptativa.

A la hora de afrontarlo, entre las maneras más comunes de aliviar el miedo al cáncer se encuentran la evitación, que supondría no acudir al médico (para que no nos diga que nos pasa algo grave) y la reaseguración, acudir constantemente a él (para que nos confirme que no nos pasa nada grave).

¿Por qué no acudimos al médico y cuándo deberíamos ir?

Centrándonos en el primero y más frecuente de los casos, convendría que tomemos conciencia de la repercusión que puede tener el hecho de ignorar nuestros síntomas y no dejarnos evaluar por los profesionales. Tenerle miedo al cáncer y su diagnóstico puede conllevar que el tratamiento se retrase y que en consecuencia se reduzcan nuestras posibilidades de supervivencia. Ya que, lo que a corto plazo nos protege, a largo plazo nos podría estar perjudicando.

De acuerdo con un estudio de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), el miedo a los resultados médicos, la ausencia de señales de alarma y la falta de confianza en el beneficio de las pruebas son los principales motivos por los que un porcentaje de personas en edad de riesgo no se realizan los chequeos médicos recomendados.

Según los profesionales, el miedo al cáncer provendría mayormente del desconocimiento y el estigma que sigue estando presente en la sociedad con respecto a esta enfermedad. La palabra “cáncer” se asocia muchas veces a la muerte, pese a que haya múltiples tipos de cánceres y no siempre todos sean letales.

Es posible que asociemos a los médicos con malas noticias o que tengamos la falsa creencia de que “si no lo sé, no lo tengo”, sin embargo, no acudir a ellos no nos garantiza que nada nos ocurra.

La prevención secundaria, descrita por Leavell y Clark (1965), hace referencia a la detección de la enfermedad de manera precoz. Puede resultar paradójico que este sea el principal determinante de nuestro pronóstico y que aún siendo lo que probablemente nos vaya a salvar, lo evitemos por miedo a lo que nos detecten.

¿Cómo haríamos un buen afrontamiento del miedo al cáncer?

Con el fin de actuar antes de que la enfermedad haya evolucionado y sea más complicado erradicarla, sería conveniente someternos a los controles periódicos que marca el protocolo sanitario. El diagnóstico al final va a ser inevitable y eludir las pruebas de cribado solo hará que éste se retrase y que se reduzcan las probabilidades de éxito del tratamiento. Lo más apropiado sería recurrir a los especialistas cuando aparezca un nuevo síntoma con el que no habíamos convivido hasta ahora, para así estar a tiempo de aplicar soluciones efectivas y no únicamente paliativos.

No es una cuestión de convertirnos en hipocondríacos puesto que no todo es cáncer, pero sí de desarrollar una auto-consciencia corporal que nos permita detectar sensaciones incómodas o cambios extraños que aparezcan en nuestro cuerpo y no dejar que estos pasen desapercibidos. Tampoco sería una cuestión de sobrevalorar la importancia de estos síntomas ya que todavía no sabemos de qué se tratan, pero sí de ponernos en manos de los médicos cuando nos sucedan. Antes de que estos les pongan nombre a lo que nos pasa y determinen su gravedad, la preocupación que podamos sentir estaría infundada y no nos sería útil, por lo cual sería crucial que no le demos demasiado protagonismo, tratando de posponer la preocupación hasta que recibamos la información oportuna.

También sería pertinente identificar la emoción de miedo y permitirnos sentirla sin dejar que nos paralice. Esto hará que podamos actuar con prudencia, pero sin anticiparnos a la catástrofe.

Al final, la mejor manera de hacer un buen afrontamiento del miedo al cáncer partiría de cambiar el foco, se trataría de percibir el diagnóstico precoz como una oportunidad en vez de como una amenaza, y en base a ello, confiar en los médicos y seguir todas las indicaciones que nos dan.

Psicóloga con máster de Psicología Clínica en Terapia de Conducta y máster de Actualización en Intervención Psicológica y Salud Mental

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