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¿Puede una simple lengua irritada acabar siendo un cáncer?

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Una molesta lengua irritada, con calambres y enrojecida. Visitas al dentista. Dolor. Mucho dolor. Así empieza la historia de Manolo con el cáncer. Fue hace 20 años. Un puente metálico mal ajustado fue el germen de lo que acabaría siendo una historia marcada por el dolor, el sufrimiento y la capacidad de superación.

Varias visitas infructuosas a dentistas. El dolor era insoportable y se mordía la lengua para tratar de mitigarlo. Pruebas de alergia a metales negativas. Urgencias. Incluso una visita a oncología ante la posibilidad de cáncer que le había sugerido uno de los dentistas, por si acaso. Le confirmaron que eso era algo posible, pero desestimaron hacerle pruebas oncológicas en ese momento.

Hasta que acudió a urgencias con una herida abierta, una llaga en carne viva. Describirlo como una lengua irritada se quedaba corto. Le hicieron una biopsia ese mismo día y a esperar los resultados en casa.

Era un tumor benigno. Manolo lo había pasado muy mal en la espera poniéndose en lo peor pero, al confirmarse el resultado, lo empezó a ver todo de forma positiva. Una operación quirúrgica para limpiarle y se recuperaría. No le explicaron mucho más y tampoco supo qué preguntar: sólo era una operación y se curaría.

Estuvo un año a base de papillas tras la operación. Le habían quitado un cuarto de lengua y tenía muchos puntos. Fue algo muy impactante. No podía ni hablar ni comer con todo lo que eso implicaba. La tristeza y la impotencia hicieron acto de presencia.

«Me ofrecieron ayuda psicológica y no la quise, siempre he pensado que el mejor psicólogo es uno mismo»

Manolo se sintió muy arropado. El hospital le apoyó en todo momento: consejos para dormir mejor, el logopeda y sus ejercicios, la nutricionista asesorándole para una alimentación adecuada… Y su mujer. Su mujer siempre lo acompañaba y se informaba de todo lo necesario para sus cuidados y facilitarle el día a día.

«Más de un año sin poder comer sólidos, pero lo que comía lo disfrutaba»

Le habían operado en el 2003. Un año después ya podía hacer vida normal, pasando revisiones en oncología durante 3 años hasta que le dieron el alta.

En 2011 notó que le escocía la lengua. Volvía a tener la lengua irritada. Tenía una herida que estaba creciendo y acabó yendo al hospital. Directo a oncología, a su oncólogo. Biopsia y 15 días de espera por los resultados. La historia se repetía. Volvía a sentir esa misma angustia que lo acompañó 8 años atrás más el desánimo y la frustración de tener que volver a empezar. El miedo estaba en un segundo plano. Siguió trabajando durante esos 15 días para no darle tantas vueltas. Manolo era conductor de autobús. También hablaba poco con su mujer para no mortificarla.

El tumor era benigno. Otra vez. Lo acompañaba el mismo equipo de profesionales. Lo había pasado muy mal la primera vez, pero tenía que seguir adelante.

Varias horas de operación y muchos más puntos en la boca. Estaba muy frustrado. Menos lengua que, además, trabajaba diferente y se mordía mucho. Aprender a comer con mucho dolor, motivándose a sí mismo para poder hacerlo.

«La doctora me decía que era una putada. Le respondía que era un privilegiado porque seguía vivo. Me sentía un privilegiado, la vida me daba una segunda oportunidad»

Una mentalidad positiva para comer y no perder peso. Para soportar dolor y escozor con cada cucharada. Cucharadas del alimento que necesitaba para combatir la enfermedad. Cucharadas de la comida que con tanto amor le preparaba su mujer a su gusto y apetencia.

En esta ocasión fueron necesarios 17 meses para la recuperación. Visitas de seguimiento durante 3 años hasta recibir el alta en 2015. Podía olvidarse de la enfermedad.

A partir de entonces, Manolo se propuso vivir más el día a día y no dejar nada por hacer. Siguió trabajando y disfrutando de su matrimonio (40 años casados) Mejorando su comunicación y aprendiendo mucho uno del otro.

Y llegan las vacaciones de 2019. Manolo se ve un bulto en el cuello al levantarse y se va al hospital. Oncología. En principio parecía una contractura y debería mejorar en 5 días, en caso contrario tocaría volver al hospital. Cinco días después estaba frente al otorrino y, tras otros 5 días, haciéndose un TAC. No pintaba nada bien y eran necesarias más pruebas. Dos meses de pruebas hasta tener un diagnóstico. Esta vez el tumor era maligno. Cáncer de cuello.

«Le pregunté a mi médico si podía quitármelo, ¿tengo posibilidad de curarme?»

«Te vamos a operar para que te cures. Te haremos quimio y radio a la vez por si se expande»

Manolo era consciente de que podía morir. Tenía cáncer de cuello. Estaba aterrorizado y prefirió no saber nada de lo que vendría tras la operación. Traqueotomía, sonda, el cuello engarrotado… y un pie muy hinchado porque el tendón que le habían puesto en el cuello era de ese pie. Comunicarse con una pizarra, lidiar con la traqueotomía, toser, ahogarse…un calvario. Hasta que apareció Judith. Una enfermera que lo ayudó a gestionar la tos y la mucosidad, ¡a vivir con la traqueo! Le ayudó a respirar. Judith, Anabel, Curro, Marina, Elena, Andrea,… grandes profesionales, grandes personas que hicieron más llevadera su estancia en el hospital.

Estuvo 21 días con la sonda, aunque debían haber sido 3 meses, pero Manolo quería salir del hospital sin ella. Era demasiado incómoda. Tomaba batidos y natillas como antes con el añadido del espesante para el agua. Mes y medio después empezaría con quimio y radioterapia. Y nada volvería a ser igual.

Vómitos, fatiga, estreñimiento, mucositis. Angustia. Le informaron desde el principio de los efectos secundarios. Las fatigas eran muy fuertes, las sesiones de quimio lo dejaban extenuado sin poder ni comer por mucho que se obligase a ello. Dos sesiones de quimioterapia de 2:30h y hasta 1 semana sin poder comer.

Tras la primera dosis de quimio empezó con la radioterapia. 33 sesiones de 10 minutos. Y después de la última sesión de radio, tocaba la última de quimioterapia.

«La máscara de radio era lo peor, “no se lo deseo ni a mi peor enemigo”

A los 2 meses de acabar con el tratamiento, un TAC iba a revelar que cabeza y cuello estaban limpios. Pero no así los pulmones. Habían aparecido 2 manchas. Aparecía en escena un cáncer de pulmón, que a su vez había metastatizado en los huesos.

La metástasis afectó a las vértebras y le impidió caminar hasta que se sometió a la vertebroplastia. Este procedimiento separó la parte del hueso afectada que aplastaba el nervio. Puede andar, pero con movilidad reducida.

Cada 15 días le administran inmunoterapia. Ahora no tiene nauseas, no tiene tanta fatiga, no tiene vómitos. La inmuno es para limpiar y evitar que se expanda la enfermedad.

«Estoy contento porque sigo adelante y me siento privilegiado, aunque lo paso mal, pero sigo aquí. Aunque sé que un día la enfermedad me puede llevar por delante»

Manolo lleva 9 meses con la inmunoterapia. Serán 2 años. Cada 3 meses le van haciendo TACs. Las manchas han desaparecido y la inmuno sigue siendo cada 15 días. Se siente afortunado en la vida. Antes tomaba muchos calmantes, antiinflamatorios, parches de fentanillo. Gracias a la inmunoterapia se han reducido las cantidades. De momento no tiene efectos secundarios.

Se tuvo que prejubilar estando de baja por enfermedad, había iniciado los trámites antes del cáncer. Conserva a su lado lo más importante para él: su mujer. Juntos afrontan este camino que cada uno sufre a su manera, sin empañar el amor incondicional que les une.

«No te puedes venir abajo o el cáncer te llevará por delante, tienes que seguir y vivir la vida»

Unimos personas y ciencia porque compartir es avanzar.

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Un comentario

  1. Os dejáis siempre las células madre del cáncer. Ni la inmuno ni la quimio se las cargan y dejan además el sistema inmune out, con lo q campan a sus anchas.

    A ver si miráis estrategias de cortar las vías metabólicas del cáncer ( glucosa, glutamina y grasas) + medicación que hay que sinergicamente se carga las stem cells. Los pacientes se buscan la vida porque os quedáis en los protocolos. Coc protocol ya hace eso en uk y USA. Y son oncólogos. Hay q dejar de estar apoltronados y mirar estudios (como lo hacemos los pacientes) que proponen más cosas que la quimio y radio. Con evidencia científica of course

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