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¿Por qué estoy triste?

La tristeza es una respuesta emocional que puede suceder durante el proceso oncológico y que nos ayuda a adaptarnos a la enfermedad, así como también a comprender la relación existente entre depresión y cáncer. Esta emoción aparece tras sentir que hemos perdido la salud y añorar la vida que teníamos antes de que apareciese el cáncer.

La tristeza a menudo se mantiene cuando nos dejamos llevar por ella y adaptamos el entorno a nuestro estado de ánimo. Cuando ante la falta de energía no nos levantamos de la cama. O cuando ante la falta de preguntas no nos comunicamos con nuestros familiares, quienes quizás no dicen nada por miedo a hacernos sentir peor. Si actuamos acorde a la emoción de estar triste podríamos entrar en el círculo vicioso de la depresión del que habló Beck (1967), en el que los pensamientos negativos nos llevan al abandono de actividades, lo que hace que empeore el estado de ánimo, fomentando más pensamientos negativos y entrando así́ en un bucle sin fin.

Estar triste puede llevarnos a aceptar el cáncer, pero estar muy triste puede obstaculizarnos la aceptación. Así mismo, no estar triste en ningún momento del proceso también puede ser perjudicial, ya que podría significar la negación de la enfermedad o la falta de consciencia de su gravedad.

De la tristeza a la depresión

En primer lugar, la tristeza va y viene y varía según el contexto, en cambio la depresión persiste en el tiempo y se generaliza. Además de la tristeza, la depresión conlleva otros síntomas psicológicos como la falta de placer, que sería la incapacidad de disfrutar de las cosas como antes. La desesperanza, el pensar que haga lo que haga, no hay solución (puede ser razonable si el diagnóstico que hemos recibido es terminal y no hay tratamientos disponibles para nuestro caso). Sin embargo, si este sentimiento nos impide llevar una vida funcional, la probabilidad de disfrutar del tiempo que nos queda se vería reducida.

Puede aparecer la pérdida de autoestima o el sentir que ya no somos válidos, que iría más allá del hecho de haber tenido que dejar de trabajar o de que nuestra condición física se haya visto afectada. También la culpa, no solo porque nuestros familiares sufran, tengan que cuidarnos o hacerse cargo de los gastos médicos, si no por sentir que tenemos cáncer porque nos lo merecemos. Incluso ideas de suicidio, pensamientos de que nuestra vida no merece la pena ser vivida.

Por otra parte, depresión y cáncer comparten síntomas físicos que podrían confundirse con los efectos adversos propios del cáncer y sus tratamientos. Estos son los problemas de sueño, el cansancio, la falta de apetito y de concentración. A nivel conductual, la depresión podría verse acompañada de aislamiento o de una reducción de actividades sociales, que implicaría no querer relacionarse con los demás o sentir que no tenemos fuerza para interactuar con la gente.

Tristeza, depresión y cáncer: ¿cómo recupero el bienestar?

  • Expresión emocional: Ponerle palabras a la tristeza supone reconocerla, y expresarla nos ayudará a autorregularla. Hablar de lo que sentimos nos produce una sensación de liberación que hace que se reduzca nuestro malestar y que los demás se sientan más cómodos con nosotros sabiendo lo que nos pasa, aumentando la cercanía, intimidad y confianza en la relación. De lo contrario, reprimir los sentimientos nos generaría más estrés, acumulando emociones negativas que podrían surgir en forma de ira desproporcionada ante cualquier situación insignificante.
  • Plan de actividades agradables: Hacer cosas que nos hacían sentir bien antes de estar deprimidos. Al principio quizás nos suponga un gran esfuerzo porque la motivación no viene sola, pero al lograrlo estaríamos reconectando con nuestro yo no deprimido y cada vez nos sería más fácil y gratificante.
  • Ejercicio físico: Hasta donde nuestro estado de salud nos lo permita, el deporte provoca una liberación de endorfinas que hace que mejore nuestro estado de ánimo. Al igual que refuerza nuestra sensación de autocontrol y mejora nuestra percepción física. Además, cumplir objetivos de los ejercicios que nos hemos marcado produciría un aumento de autoconfianza.
  • Pedir ayuda: Si percibimos que la tristeza ha desembocado en lo explicado anteriormente y nos vemos incapaces de hacerle frente, acudir al psicólogo nos puede ayudar a resolver el problema ya que, como profesional de la salud mental, nos guiará en el proceso y nos proporcionará las herramientas necesarias para salir del estado depresivo y aprender a convivir con la enfermedad de la mejor manera.

Para acabar, cabría remarcar que la tristeza es una emoción adaptativa y que su versión desadaptativa, la depresión, no nos define como persona, pues no somos aquello que pensamos o hacemos, somos aquello que decidimos ser y queremos hacer.

Psicóloga con máster de Psicología Clínica en Terapia de Conducta y máster de Actualización en Intervención Psicológica y Salud Mental

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2 comentarios

    1. Hola Frida,

      Muchas gracias por tus palabras y nos alegramos mucho de que te resulte interesante.

      Puedes suscribirte a nuestra newsletter mensual en la página principal https://matchtrial.health/ en la parte de abajo. Cada mes enviamos un email con las últimas novedades, artículos del blog y próximos contenidos.

      Un abrazo.

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Tristeza, depresión y cáncer

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