El cáncer afecta a personas de todas las edades y puede aparecer en cualquier parte del cuerpo. Sin embargo, y a diferencia del cáncer en las personas adultas, todavía no se conocen cuáles son las causas que pueden propiciar la presencia de esta enfermedad en los niños.
Cada año se diagnostica cáncer a cerca de 400.000 niños y adolescentes de entre 0 y 19 años [1]. Actualmente, los tipos más comunes de cáncer diagnosticados en estas edades son leucemias, cáncer de encéfalo, otros tumores del sistema nervioso central (SNC) y linfomas.
¿Cómo afecta el cáncer en las edades tempranas?
Los tratamientos en niños de 0 a 3 años pueden llegar a provocarles un sentimiento de soledad, ya que estos implican, en muchas ocasiones, que los adultos tengan que turnarse para poder ver al bebé y estar con él pocas horas al día. Por ello, es importante mantener un contacto frecuente con los padres para establecer el vínculo de apego y darles la seguridad que necesitan.
En edades comprendidas entre 3 y 9 años, los niños comienzan a ser más conscientes de su enfermedad, ya que han pasado de estar en el colegio, a no ir al centro y frecuentar un hospital. Por esto, ante la desorientación experimentada, puede ser que aparezcan comportamientos desadaptativos como gritos, malas contestaciones poco frecuentes anteriormente, o nuevas formas de buscar la atención. Por ello, los padres y adultos debemos poner en marcha mecanismos de adaptación al nuevo contexto.
A partir de los 9 años, el niño se encuentra en una búsqueda constante de mayor autonomía, de construir una identidad consciente y de compararse con sus iguales. Además, es la edad en la que aparecen los primeros cambios físicos. Por ello, la incomprensión de la situación en caso de padecer cáncer y los sentimientos de aislamiento en el hospital, pueden acentuarse.
Recomendaciones de soporte y apoyo
Dada la dificultad en la prevención del cáncer infantil, el esfuerzo debe recaer en la detección precoz, en la aplicación de un tratamiento óptimo y en facilitar la integración del niño en esta nueva realidad. Por ello, en esta lucha existen algunas recomendaciones para facilitar la adaptación del niño a la enfermedad y a la vida escolar y social.
- Convertir el espacio hospitalario en un lugar alegre y familiar, donde tenga sus juguetes, ratos de diversión y momentos que le permitan mantener el contacto con sus seres queridos, teniendo visitas de sus compañeros y familiares.
- Crear un ambiente de confianza resulta fundamental en su entorno cercano para facilitar su regulación emocional, aportándole seguridad y estabilidad.
- En este ambiente, será más fácil generar una comunicación fluida y natural, donde el niño pueda expresar dudas y sentimientos, y los adultos puedan darle respuestas comprensibles a su edad.
- En este sentido, es importante cuidar la autoestima del menor, respetando su tiempo de descanso y facilitando el tiempo para divertirse. Así como, elogiar sus logros y actividades para mantener una autoestima saludable.
- En función de la edad, puede cobrar una especial importancia la preparación para la situación a la que se va a enfrentar y para las pruebas que tendrá que pasar. Para ello, las estrategias de relajación o de distracción son útiles en estos procesos. Otra de las opciones más novedosas es el uso de las gafas de realidad virtual, que han demostrado ser un recurso útil cuando se someten a los tratamientos. Estos dispositivos permiten experimentar sensación de estar en otra parte, reduciendo el miedo y la angustia.
Fuentes:
El Mundo, Organización Mundial de la Salud
[1] Steliarova-Foucher E, Colombet M, Ries LAG, et al. International incidence of childhood cancer, 2001-10: a population-based registry study. Lancet Oncol. 2017;18(6):719-731
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