Si algo sorprende de Francisco Goyoaga, Curro para los amigos, es su actitud ante la vida. Es de admirar la practicidad con que observa el mundo y todo lo que le va aconteciendo. Como dice él, “Todo es relativo. Según como estructures tu vida y tu mente puedes tener momentos duros y tristes, pero no tienes que alargarlos demasiado”.
No sé si es una lección de vida, o no. Lo que sí sé es que esta actitud no le ha permitido en ningún momento que su enfermedad le hiciera tocar fondo y que cuando parecía que la situación podía con él se volviese a levantar y así hacer resurgir el Curro fuerte e invencible. Esto le ha permitido superar el cáncer.
Hasta sus 59 años, Curro era -permitidme la licencia- un tío presumido que hacía triatlones, nadaba a mar a abierto y montaba a caballo. Sus hobbies eran su vida, y su profesión –la equitación- su pasión. Pero, casualidades de la vida, como dice él, le salió una hernia umbilical. En seguida se quiso operar porque como dice “es muy presumido” pero durante la intervención salieron otras complicaciones y entró en una fibrilación auricular. Le hicieron pruebas y le recetaron un anticoagulante para que no le cogiera un trombo. Después de tres semanas, empezó a sangrar por el ano y se fue al médico. A partir de ahí su vida dio un giro.
Después de una colonoscopia de urgencia le dijeron que tenía cáncer de colon. Curro sumó y restó: “Sabía que el cáncer de colon no es de los más graves y sabía de gente que lo había superado”. Hizo un repaso de su vida. Su familia estaba bien. Entonces estaba todo en orden. Morir no le asustaba, pero le aterraba vivir jodido. “Habrá que luchar”, se dijo.
Y así fue. Empezó a batallar
Recomendado por un amigo, visitó el Dr. Sánchez Ortega, según él “el mejor médico de España”. Le confirmó el diagnóstico: un cáncer colorrectal de 3 cm. “Tendrás que llevar una bolsa de ostomía toda tu vida”. Ese fue uno de esos momentos en que vio toda su vida desmontada. “Estaba en la consulta con mi hija. Cuando salí me pasé media hora llorando desconsoladamente en la calle”. ¿Qué iba a hacer? Su vida era el deporte.
Como decíamos antes, Curro, tiene una capacidad innata para no dramatizar demasiado. Poco a poco, hablando con unos y con otros lo fue asumiendo. Al final podría acabar haciendo vida normal: “Me ensañaban vídeos de gente que practicaba surf con bolsa u otro tipo de deportes. Al final te das cuenta de que no es para tanto cuando puedes seguir con tu vida. El asombro hacia la tecnología que me estaban aplicando para poder seguir adelante con mi vida era tan grande que nublaba todo lo demás.”
Afortunadamente, la quimio le dejó seguir con su con vida. No dejó de trabajar ni un solo día. Pero la maldita bolsa… Esa fue su peor pesadilla. Lo recuerda y se sigue emocionando. Un día lo que pensó que era una roca en medio de la pista, resultó ser su bolsa. Se le había caído. Llamó rápidamente a su hijo para que lo sustituyera. Su amigo Luis que lo estaba viendo lo animó diciéndole que eso no era nada, que él podía con todo y mucho más.
Llegó a casa, se duchó con la ropa puesta, se cambió, se puso colonia y volvió al club. Tenía que volver a levantarse. Luis, que seguía allí impasible, empezó a aplaudirle en cuanto entró por la puerta. Lo recordará toda su vida.
Ya han pasado tres años desde aquella “anécdota”. Afortunadamente está bien, ha superado el cáncer y ya no tiene que llevar la bolsa. Su familia sigue acompañándolo y celebra la vida. Ahora, se está organizando un evento benéfico que promueve la Fundación del real Club de Polo de Barcelona. “Cabalgando la vida”, así se llama este proyecto solidario destinado a la investigación de los efectos terapéuticos con caballos en niños y niñas que hayan superado un tratamiento de quimioterapia. 31
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